de la grandeza de Dios, reflejada en nuestra misma alma, en las innumerables maravillas de la creacion, i, más que todo, en el sublime sacrificio del Calvario: al escribir estas líncas, decimos, vacilamos, porque sentimos que nuestras fuerzas son demasiado pequeñas para poder 11egar al términode nuestro atrevido intento, para que nuestra pobre pluma alcance a poner el punto final a estos oscuros renglones i el lector no se demore en aspirar el delicioso perfume que encierra este monumento, cuya belleza resplandece como una fuente murmuradora, límpida, que hace brotar flores de mil colores i retrata en sus cristales el azul del cielo.
Pero he aquí que cuando nos creemos vencidos por nuestra impotencia; cuando nuestra pluma retrocede sintiéndose débil e insuficiente, un rayo de luz de este precioso libro viene a darnos valor para recorrer el camino que habiamos empezado i que nos resolvemos a seguir, guiados por esa 1uz i confiados en la induljencia del lector, que sabrá perdonarnos todos los tropiezos que demos en él, como a pobres viajeros a quienes hai que tender1es la mano para conducirlos por una senda dificil que no conocen.
La MUJER: hé aquí la luz que nos alumbra ; hé aquí el sér que se presenta hoi a nuestra vista, con toda su hermosura, con toda su sublimidad,