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JURAMENTO

El refrigerio del alba consiguió aliviarlo un poco. Al volver de un sueño, con el sol alto ya, vio, mirando en torno, que la joven se desprendía de su cabecera. Llevábase el jarro que agotó él durante el desvelo, lindísima con sus papillotas al desgaire y su deshabillé de luto. Atravesó la pieza con su andar flotante, y sin volverse desapareció.

¡Cuántas veces, al curso de la enfermedad, habíala visto así, enternecido hasta las heces! ¡Cuántas había encarnado en ella á la hermana que imploraría del destino! Y así mismo, sin discrepar un punto: rubia, delgada, tristecita para mejor cobijarla en su devoción:— como ella en todo.

¿No cometía una indignidad sospechándola de hipocresía? Cómo no lo advirtió el día antes, cuando injuriaba de soez al mismo ángel enfermero que quién sabe por qué favor merecía?

Una humedad lenitiva como un colirio le enturbió los ojos; y ante el buen consejo de la mañana, estimó que apenas la desagraviaría haciéndose matar por ella.


A la tarde, repitiose el paseo, en una bien visible ausencia de peones que agradeció con toda su alma como un precioso don. Cuestionaron la guerra y el país, él proponiendo, ella objetando