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LA GUERRA GAUCHA

dedo en que la irritación del fracaso vibraba, le señaló el camino. Qué hacerle! Se había ganado su libertad y luego le perdonaba la vida. Que se marchara, pues, á propalar su victoria en detrimento de la patria. El hombre se quedó con él.

Semejantes episodios lo afamaron, comentándose su historia por los campamentos. Pronto á un viaje para arreglar cierto mayorazgo en España, había sobrevenido la Revolución: y, aunque de familia opulenta se empobreció por la causa, reservando como único patrimonio los papeles que narraban cosas del Emperador.

Sus cojinillos, tanto como los huecos de los árboles, servíanle de armarios; y nunca rehusó un folleto para tacos de carabina; pero entre los bagajes del español hallaba libros de cuando en cuando. Constituían su botín, y los gauchos se lo privilegiaban reverentes. El capitán era buen católico. Alguna vez trajéronle un volumen que resultó misal de campaña y él lo devolvió con una escolta.

Lo único que lo mortificaba era carecer de un clarín con qué pregonar sus cargas. En vano lo había pedido; en vano disputó a sus hombres más hábiles para que se apoderaran de uno en cualquier forma; en vano realizó proezas capaces de inmortalizarlo, en el intento de arrebatar uno al