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LA GUERRA GAUCHA

sus lazos, mientras el resto de la bandada, en brusco remonte, surcaba el aire como una bandera de pluma, Desnichador famoso, copiaba sus rasgos á maravilla. Poco á poco, garlando, concertó actitudes: las avizoras mímicas del loro, las enfáticas venias de la torcaz, los flébiles arrullos de la tórtola compungida. Se pomponeó á pasitos de coqueta como la calandria y á trancos de agrimensor como el flamenco. Más pronto, fatigado de la pantomima, tornó á su sitio.

Escampaba. El arroyo deglutía gorgoriteando, y sonoro como un derrumbe de quincalla vertíase sobre las piedras su raudal. Por los aguaduchos convergentes al jagüel boyaban amerengados copos de espuma.

La vieja, entretanto, arrobábase en la contemplación de su nietecito, con silenciosa ternura. Cuánto le costaba, en efecto, de angustias y de promesas! Pues como cuidadosa ella fue siempre la más. Cada que podía le propinaba sangre de cóndor para alargarle la vida; y todas las tardes, cuando le voceaba por las lomas el espíritu, no se le perdiera y le aojaran las brujas, temores recónditos roíanle el alma. Cardón tras cardón desfloraban juntos para san Marcos, patrono de las hierras; y aquellos florones con su carnación de aponeurosis, agradaban al santo. Y cuando se volvían