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LA GUERRA GAUCHA

trozos de bosque; embrollábanse, disparadas de tráfagos en la altura, nudos de ruido enorme, cataratas de estrépitos.

La mujer entendía como en su transporte esa conmoción de las paridas nubes; y á su influjo abejeaban en su cerebro las ideas, murmurando como en un bosque invernal la hojarasca. Con palabras combatientes traducían los rumores del temporal.

Viva la Patria! decía aquel tartamudeo de colosos; y en vítores prorrumpían las quebradas llenas de turbión, las bolsas de huracán que reventaban sobre los árboles. La guerra despeñándose de las alturas, encrespaba furiosamente la barba de Dios en raudal de espumosos ríos; frotaba triscas sonoras en rotación de artillerías supremas, y mezclando remembranzas de la mitología regional con ese fragor de las procelas superiores, advocaba a la antigua madre de los cerros, la Pacha Mama, el destino de las pandillas cuyos fierros cercaban el país.

Y la mujer robustecía hasta la certidumbre aquellas interpretaciones; y en su espíritu desfilaban los años unos tras otros cual los árboles de una perspectiva fugaz — cien años... doscientos... trescientos — reavivando enconos de dominación, aguantes de servidumbre e inminencias de desquite.