Página:La guerra gaucha.djvu/372

Esta página ha sido corregida
373
TALIÓN

las nubes, turbias sus potencias, un sollozo estrangulado en su garganta, ansiando como si llorase para dentro. Todavía lo ofuscaba la luz de aquella alcoba. Y su convicción, triunfando aun del absurdo, lo desvelaba. Bregó con ella, provocó el sueño, centuplicando su energía. Imposible todo. Constantemente lo embargaba aquella visión. Inquietolo por fin de tal manera, que arrastrándose hasta uno de los dormidos, lo removió quedo. Secreteando, ordenó en seguida. Delegaba en él su jefatura; muy luego se les reuniría al rastro, si veíanse obligados a desalojar la posición...

Sonaron frotes de virolas, retintines de espuelas, un tranco entre los árboles. Y ya lejos, bien rodeado de noche, el jinete estimuló á su montado.

Al galope, á escape bien pronto, sin precaverse tragaba las leguas. De cuando en cuando una interjección habitual sacudía al bruto que con un han! se esforzaba.

Sombras, peñascos, arboledas; ladridos vagos primero, más cercanos... más próximos aún... Un grito al azar de la sombra:

—Alto ahí!... quién vive?...

Un tiro... un ay!...

...Saltó la puerta del presbiterio, y el gaucho apareció obstruyéndola con su estatura.

Todo estaba tal cual lo había vaticinado su vi-