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LA GUERRA GAUCHA

para humillarlos. Cauterio voraz a todo para arrasar almas y cuerpos. Las hembras y las crías en corrales, sin alimento, sin agua. Huérfanos por los bosques, aterrando con gritos de bestia. Mujeres aporreadas por los perros, unas; otras, las blasfemas, con una piedra caldeada en la boca. Algún chiquillo ya sin eco su llanto, henchida de querezas la boca junto á la madre amarrada. Y ellos, los rebeldes, descoyuntados en potros y cepos, encurtidos á varilla los jamones ó danzando zapatetas en la horca. Ah, destilar esas vidas, mondando tela por tela el corazón como una cebolla con exquisitez de torcionario!... Talar las siembras, los árboles, las rancherías; y sobre la región así asolada por las sevicias en coyunda con el anatema, sobre las ruinas sin ayes, el espectro de la Majestad.

Sobresalía una grandeza de infierno en aquellas meditaciones. El amo quería avasallar aún con sus férulas en la quimera de poderío que lo ilusaba; y este único pensamiento erguíase sobre su frente como una cimera. Sin un amor que le asoleara la vida, burlado por todos los fraudes del destino y descollando por feo, aquel lúgubre santurrón había soñado una autoridad tan gigantesca, que todos, él inclusive, se redujeran por contraste á polvo.

Arriba el rey, bueno! Alto, tan alto que sus pies ya fueran cima; pero abajo, bien abajo, solidaria