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TALIÓN

En una de ésas, había asustado al sobrino una broma terrible. Apresurábase para la parroquia caballero en lucio macho. Ya pardeaba la noche, pavonando los cerros del contorno. El sendero estrechábase en una especie de zaguán dintelado por dos árboles. Acertaba justamente con esa estrechura, cuando el animal se le escabulló como agua de entre las piernas; y no bien rehecho del trompicón, un tétrico cuadro presentose á su vista. Ahorcajadas en la bifurcación de ambos los troncos, distinguíase dos figuras humanas. Sus contrahechas posturas, la fetidez que apestaba alrededor, revelaban bien dos cadáveres allí elevados á guisa de bausanes por un chiste macabro de la montonera. Resaltaban dos botones brillantes, una mano seca en la semioscuridad. El pusilánime temía á los espectros; y compelido á atajar senda, se descarrió por lo más fragoso, recogiéndose ya muy de noche al presbiterio, arañado por las malezas y recalcado de un pie.

Su odio á la montonera se acrisoló en su miedo, cambiándose éste en pavor. Sus estratagemas, en vista de dañarla, redoblaron; y á cada éxito experimentaba una satisfacción casi física, un frenesí como los niños en dentición cuando muerden.

Aliábase intrínseco oprobio á sus ideas de exterminio. Látigo á esos disidentes de la opresión,