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UN LAZO

Había franqueado el campichuelo, remolcando aquel bulto, que al atascarse, imprimía a su lazo vibraciones de bordona. Cortose éste con el esfuerzo, y fustigándolo en la cabeza lo aturdió...

Anochecía cuando se rehízo, consiguiendo á mucho costo cabalgadura y cadáver. Éste no era más que un lío de huesos, todavía con un pie engargantado en el estribo. Y decidió amputarle la cabeza para memoria.

Entonces la vieron. A la falda de la montura, suspensa de los cabellos se zangoloteaba.

Barbuda, lonjeada por las asperezas, con un híspido copete que conglomeraba la sangre. Un ojo vaciado escurríasele por la mejilla como una larva.

La degolladura era un masacote de coágulos entre los que sobresalían dos anillos de tráquea. Y qué cepejón No se concebía mayor destreza para decapitar maturrangos.

Pasó de mano en mano la achura goda. Consideraron la algidez de sus orejas que parecían de loza; su nariz laminada por la muerte.

Intimidaba la quietud de sus párpados. Y qué pesada era!...

El reflejo del fogón teñíala con vacilantes toques; y á cada uno, las comisuras labiales contraíanse en un gesto.