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ALERTA

el ademán de la mujer les cerró el horizonte en respuesta. Ignoraba todo. Aquel vecindario acataba a la autoridad contentándose con poco en punto á gobierno.

Su rostro se desvaía con la impasibilidad de un mueble. Mentía a buen seguro; pero su facha astrosa no autorizaba ni un latigazo. Les espetó una retahíla de embelecos.

Qué rebeldes iba á denunciar por esos pagos!... Allá no se comunicaban con ninguno. Toda gente de paz, dedicada á lo que le concernía, trabajando cada cual como Dios manda. Ella, velay, tejía frazadas, ponchos, consistiendo en esto su industria. Hasta les tapizó por delante el suelo con una alfombra bilicia que probaba su habilidad.

Moraba con su nieto, sola en su viudez. Y no por jactarse, pero escasamente la superarían en punto a urdimbres y lanzaderas. Estribaba en el discurso, no más...

Adoptando la posición, en cuclillas junto al telar construido sobre cuatro estacas á dos palmas del suelo, explicó. Casualmente labraba una caronilla entonces. De un empuje a la cárcola alzó las dos hileras de lizos y aparejó la lanzadera. Un golpe de pala después para apelmazar los hilos...

Los soldados invectivaban categóricos; pero ella