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LA GUERRA GAUCHA

el que pierde sale. Aquél fue el que durante la lucha degolló de un revés al oficial godo.

En otro grupo, dos azarados por la suerte, pulseaban, cruzándose apuestas sobre su pugilato; y á la luz del fogón, desnudos de medio cuerpo como estaban, resalíanles los tendones como flejes bajo la piel morena. Cristianos viciosos! Que hasta pulseando habían de jugar las prendas de los muertos!

Y á propósito, comentarios. Duros los godos! El campichuelo quedó como arado, con los cepellones al aire. Y qué enemigos! Celebraron á uno que despachurrado y á pie, sostúvose contra dos dragones, pisándose las tripas hasta que de golpe abrió los brazos y espichó sin una boqueada.

Ahí estaban, cuando un perro que dormía se puso de pronto a husmear. Tropel!...

Cuatro hombres cercioráronse, oído al suelo. Era un solo animal y montado, por lo rítmico de su galope. Apenas se distinguía su paso, pero uno insinuó:

—El tostao!...

El caballo del sargento!

Ya se oía bien. Un relincho, un vítor estentóreo, y á poco, en el círculo de luz, entró el jinete.

Durante un rato la curiosidad fracasó entre las exclamaciones. Callaron por fin y el hombre entró á narrar su peripecia.