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DIANAS

granalla en un sonoro cubilete; un breve lampo de música, balbuceos de sonoridad que asonaban en bronce y silabeaban monotonías de Ángelus, para aletear de pronto en ágiles melodías, glosando como una copla sin palabras el estribillo:

Lavadas de cal,
Peinadas de sol,
Subid torrecitas,
Subid al azul...


Pero esto sólo se relacionaba con los días colendos ó para propiciar bandos y bulas. De ordinario era una sola frase de congratulación á la golondrina familiar por su regreso. Desde los aires, respondía ella con sus violinadas sobre la tremante cuerda del viento.

Hermana golondrina!... invocaba el carillón; y ella uníase con la voz fiel, á gorjear su oración de cristal por el azul, á libar claridad sutil y surcar la extensión con pueril inquietud en ebriedad de sol. Jamás concertó el metal con un rabel más juvenil. Gustó aquel madrigal el país al encender la luz su carmín matinal. Lo ansió en la estival lasitud cual un raudal de frescor. Lo oyó en la lividez crepuscular con la jovial timidez de un cantar infantil y al par con la emoción fatal de un adiós; y al suspirar la canción en el gris vesperal, la sintió decir