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ALERTA


El aguacero amenazaba del norte. Una nube empequeñecía el firmamento, borraba las líneas del paisaje — arboledas, cumbres — en su esfumación. Ladeaba al Poniente oscuro el sol ya cubierto. Un perfume de humedad serenaba el aire. Tufaradas de calor agravaban con pesadez de asfixia al meditabundo decaimiento de las hojas. Abrumaban el cénit membranosas telarañas sobre las cuales el nubarrón desbordábase como un derrumbe de arena. Al opuesto lado del cielo se profundizaba en una acuosa claridad. Desde allá oreaba á intervalos una brisa perezosa entre murmullos de follaje.

La tormenta rezongaba y sus rezongos rebullían brutalmente atragantándose en retumbos. Una vanguardia de nubarrones ocupaba á gran paso las alturas. El ambiente afoscábase más y más en