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LA GUERRA GAUCHA

perdonada una de ellas por la cortesía goda en atención a su temeridad, y otra rescatada á peso de oro, habíanle asegurado cautiverio definitivo si reincidía.

Era de las más vehementes; y constaba como episodio de su patriotismo, cierto sarao en tal salón realista de Salta, al cual asistió calzada de patria, un zapato azul, el otro blanco; acorazada de patria en un aderezo de perlas y turquesas, y con un escudo de la patria que la coronaba, calado en el forzal de su peineta.

Prendadísima del esposo que batallaba lejos, buscábalo á través del país en guerra, desalada por el fuego del amor cuando duraba mucho la ausencia de sus brazos. Y sobre la dura tierra, trocando en almohada los bastos del guerrero, palpitantes aún con el azar de aquellas correrías, y seguros para ese instante de abandono á la sombra de los sables que clareaban en desvelo avizor, amábanse como leones hermosos, abismando sus corazones en una plenitud de noche estrellada y de brisa libre.

La última vez, el riesgo fue tanto que convinieron en no verse ya; pero las noches de soledad volviéronse poco á poco tristísimas; el amor, angustiado primero en suspiros, rugió a poco su sed en el seno de la temeraria; anticipó desven-