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LA GUERRA GAUCHA

Esta certidumbre, bruscamente, lo animó. Aquella tropa llevaba buen paso é imposibilitaría su alcance si él se ponía a citar la montonera. Entonces, era claro, iría solo. Portándose ardidoso, uno contra diez bien podía...

Instantáneamente se decidió. Recogidas las riendas, los talones entreabiertos, calculó todavía la distancia, el mejor camino para ganarles el frente, cortando campo. Y ante el crepúsculo apareció terrible.

Abollada la nariz, su faz recordaba una calavera. Sus ojos zarcos de potrillo, asaz separados, adquirían nublosa humedad. El chambergo lo nimbaba. Las borlitas de su barboquejo pasado por el vómer, erizábanle el bigotillo ruano.

Una postrer mirada agujereó la serranía cuyo negro zafiro se aligeraba en una traslucidez de vidrio espeso. Imitando oscuro cortinaje, algún chaparrón lejano caía de la nube. El hombre hesitó un momento aún, taloneó el caballo, acomodó contra el carrillo la mascada de coca y se puso á marchar sobre el rastro. Las vidalitas del carnaval continuaban:

Qué lindo es ver una moza
-La luna y el sol-
Cuando la están pretendiendo
-Alégrate corazón-