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JARANA

A su lado el cazador y el dragoncillo se sonreían. Los demás iban llegando al galopito.

Ese chico resultaba el más varón, á pesar de su hombro baleado. El cazador le agradeció, mientras él, muy turbado, escarbaba con el pie, y tanteaba su contusión resentida por el esfuerzo. El sol prolongaba las siluetas sobre el piso como una palizada. De entre un grupo de mujeres los patrones interrogaban á gritos...

Por supuesto, nadie se acordaba de la riña, pues hasta sus dueños habíanla abandonado al desenlazarse la cacería. Sólo el juez permaneció en su puesto, llegando último junto al felino.

Sin aguardar su sentencia, pues dudaban de su imparcialidad, de común acuerdo dieron la riña por tablas.

Rabieta del avaro; guachapear de blasfemias discordantes en su tragadero. El muchacho lo advirtió, y ya con el pie al estribo:

—Perdone, tata viejo; jué una viarada...

El aludido lo cintareó con un visaje:

—Guacho sonso... Una peseta por un tigre!...