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LA GUERRA GAUCHA

Un disuasivo ademán prohibió toda bulla. Dos palabras los informaron del asunto.

Quejáronse de ella porque tardaba en venir? La tildaron de mulatilla y de traidora? Qué podría compararse, sin embargo, con su patriotismo y su lealtad? Los pelucones esos?... Esos de los pergaminos?...

Ahí holgaban sus godos, borrachos perdidos. Los embaucó á su guisa, escanciándoles á rodo el licor en fraudulentos brindis; aprobando á riesgo de náusea los avances con que la codiciaban. Asquerosos! Malditos! El aguante que se requería para no escupirles al rostro con la saliva del desprecio la acritud del odio!

El raso naranja de su traje envolvíala en una especie de lóbrega llama. Relucía en su cintura un alfanje enastado en marfil. Jadeaba un poco aún en la plenitud de su voluntad orgullosa; y el alcohol libado en la francachela, tanto como el reflejo de la tarde, ruborizábanla con cálido bermejor. Y sus ojazos ligeramente oblicuos, su voluptuosa nariz, su boca cruelmente carnal, exaltándose en aquel ardor que circulaba el tenebroso vellón de su cabellera con una abundancia casi animal de hembra y de heroína, inspiraban una pasión, mezcla de brama y de coraje, que cautivaba por igual á hombres y mujeres.