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LA GUERRA GAUCHA

conjeturas, no pactaba. Preservándose tras zanjones y trincheras, su guarnición rehacíase con mayor tenacidad a cada asalto, artillada á la ligera con un cañón de a lomo y una carroñada antigua.

Aquel armamento de la insurrección colaboraba en su obra con las más singulares piezas. Desde el tronco horadado y reforzado con abrazaderas de torzal á guisa de zunchos, hasta el cilindro de estaño que sólo tiraba de cuarto en cuarto de hora para no fundirse, la montonera utilizaba toda suerte de sacres bastardos, sin excluir ni los falconetes de la conquista.

Los dos cañones que disputaban al godo el acceso de la población, hallábanse en un mal momento, sin embargo. Sobrábales pólvora, pero carecían de plomo; y los maturrangos, según todos los indicios, tentarían pronto la suerte con un nuevo ataque. Era sin duda el peor fracaso, pues no se conseguía una onza de aquel metal en toda la comarca. Cuando la protectora no había podido contratarlo en ninguna parte!...

Nada era que los chapetones expugnasen el lugar y que los defensores purgaran con la muerte su patriotismo; mas el asedio relacionábase con la montonera, que necesitando esa diversión del enemigo para obstar mejor su avance, remitioles el encargo de extremar su resistencia. Para ma-