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VADO

que dirigía. Prodújose un manoteo, un borbollón de espuma, y el animal derivó dominado por la corriente. Otro cedió también bajo su puño, y otros dos y un quinto, cuando los godos remaron en su defensa.

El muchacho se abalanzó sobre el más próximo, y exhalando un bramido gutural lo acogotó. Escarcearon las ondas rebullidas en un ombligo de espuma. Aquel nudo de miembros desapareció un instante, brotó más lejos, desgarrando ahogos, sumergiose otra vez, siempre rodado sobre el riel de agua. Una pierna rígida se erigió luego. El postrer tumbo mostró un fugitivo relieve de hombro, un anca heñida por desesperado apretón. Y las dos vidas hundiéronse por fin en un vórtice, mientras los restantes vencían afanosos la vaguada y dos mulas hacían pie en la ribera, á punto que el sol se apagaba en la inmensidad como un cañonazo sin estampido.