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LA GUERRA GAUCHA

nuevos azotes. Por fin, una tras otra, sumergiéronse poco á poco, remolinearon un momento, y ya no se vio más que una lenta desfilada de orejas oscuras como acentos sobre el renglón del río.

Con los hombres restantes, el opa chapuzó á su vez corriente abajo; y su primera ojeada al reaparecer, abarcó el paisaje como nunca magnificado por el adiós del día.

La tarde prolongaba en el occidente sus horizontales purpúreas. Una lista de sol biselaba la onda, y las chispas joyaban con dorado escalofrío de lentejuelas sobre el lustre especular. Por el sur y el naciente la sierra azulábase de lejanía; y hacia el norte una nube dilataba sus relieves en torrefacción de ocres, que iba insuflando el sol con pulverulencias de oro musivo.

Ya braceaba junto Á los animales el Tontito de la Patria: adelante en la hilera de nadadores. A cada vaivén sus espaldas bronceábanse de sol. Con chasquidos de labios y silbos enderezaba á los animales; y mientras los soldados cogíanse á sus colas, él emparejaba con el más avanzado. Anhelosos resuellos araban la onda; la operación complicábase mucho allá, pero ya mediaban el trayecto.

De repente, aconteció un percance. El opa había erguido su busto sobre la superficie, sumergiendo bajo el agua, de un cachete, la cabeza de la mula