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MILAGRO

Una de las mujeres atendía a los rezagados, tan indomables que inutilizaban sus mejores curas tratándola al estricote. ¡Cuando execraban con improperios hasta los fomentos y los sudoríficos, cuánto más no era con las medicinas acerbas! El alcoholizado menjurge de corteza de naranja agria y pimienta, antídoto de la fiebre, suponíanlo veneno; y qué sarcasmos si oían por remate de algún conjuro medicinal, la jaculatoria de la Pacha Mama:


Pacha Mama.

Pacha Canca,
Pacha luntu,

Señora Santa Ana...


La tarde del quinto día declinaba ahogándose en garúa. De los once realistas, sólo el sargento había asomado un instante su bigote bandido, ejecutando en la puerta dos molinetes con su bordón a manera de roborante esgrima.

Al anochecer cesó la lluvia, y las mujeres aprovecharon la tregua para reunirse en casa de la médica, constituyendo una lana por hilarse el atractivo de su menguada diversión.

Ya provectas, parecían adultos lampiños, masculinizándolas más sus burdos chambergos. La médica ostentaba en su flacura un talante más