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MILAGRO


Con anuencia del jefe local, una fuerza realista acampó a la vera del lugarcito para hospedar allí algunos enfermos. Esa hospitalidad equivalía á una prisión, pues la columna cercada de guerrillas se preparaba al viaje, soportando desde la víspera un temporal.

Las mujeres habían consentido ese recargo, repartiéndose de á dos y tres chapetones, aunque ellas también apenas vivían, sin hornear ni probar carne desde muchas semanas antes, convertido en arambeles su precario ajuar.

Amargaban la agonía del español los filtros palúdicos del bosque, consumiéndoles de chucho. Hambrientos y entecados hasta lo espectral por la carestía; quemados en la altiplanicie por la causticidad de los cierzos, cribado de tiros su reposo, aniquilábanse más todavía bajo el mal que madu-