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ESTRENO

tabaqueras, y minutos después fumaban los jinetes doblada una pierna sobre el arzón. Esto los alegró al parecer, pues varias sonrisas apaciguaron el erizamiento de algunas barbas. Platicaron. El hombre de la chaqueta narraba. Desde muy adentro en el Alto Perú, hervían las montoneras. Todo andaba mal, sin embargo. Derrotas tras derrotas. Pero ya palparían la realidad los maturrangos así que se resolvieran un poco más. Los otros recapacitaban. Verdad. Desde el año catorce con Pezuela, el godo impertérrito tramaba invasión sobre invasión, y bien que rechazado siempre no escarmentaba nunca. La montonera pugnaba también y el conflicto más y más se empedernía. Aquella invasión anunciábase con tropa selecta, un virrey nuevo, jefes de mi flor: mas, dividida en destacamentos, a la busca de las vituallas que secuestró desde el principio la montonera, poco ofendía.

Ésta no gozaba por su parte de un estado mejor. Hasta los Dragones Infernales disolvíanse deshechos. Dos de sus soldados, esos de los morriones, llegaron la víspera en un burro propalando el desastre. Pero la guerra seguía, y la trabajaban bien, á talonazos en el ijar de los brutos, á lanzadas en el enemigo. De pronto faltaban los recursos. Las tercerolas transformábanse en garrotes, los chuzos en leña...