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LA GUERRA GAUCHA

sentación del rey á quien profesaban culto idéntico, mantenían prisioneros en la capilla parroquial á seis viejos patriotas impedidos por sus achaques de ingresar en la montonera. Ésta, cooperando á la campaña por su lado, merodeaba lejos según se deducía por un parte recibido la tarde anterior, pero dada su rapidez proverbial, podía plantárseles cualquier día en la puerta, premiando su fidelidad con un par de raciones de horca.

El chasque aquel era el único sobreviviente de cierto exterminio efectuado la semana anterior en la vanguardia de la fuerza invasora. Internada ésta al azar de su correría, algunos indios capturados en los bosques le mencionaron una gran concentración de vacas que los patriotas tenían no lejos de allí, casi desguarnecida en el seguro del secreto y de la distancia. Pero no había camino; menester era navegar aguas arriba de un río próximo, para lo cual se ofrecían á remar en sus piraguas. Sin confrontar mucho la narración, el jefe á cuyos ojos se hermoseaba con rasgos de leyenda, infrigió toda disciplina lanzándose a la aventura.

Viajaban de día solamente, pues el río fuera de madre uníase a extensos pantanos cuyo peligro abultaban las tinieblas. Ya la primera noche, uno