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SERENATA

cosas. Gastaba el peso como medio cuando se debía, y de no, cicateaba el medio como peso.

Todavía se recordaba su boda entre la gente de edad. Hasta volatines había costeado de Potosí. En la plaza del pueblo, durante una semana, la gente bailó y comió hasta empacharse. Se cantó una misa á san Isidro, con ceremonial de rango y procesión en la que dos bailarines, disfrazados de bueyes, deleitaron á la concurrencia. Tres hermanos suyos condujeron el guión como alféreces de la misa. Tirose manchancha de reales cuando terminó el casorio.

A la cabeza del cortejo nupcial, enancados en un rosillo, cuyos escarceos contenía á guisa de gamarra una cadena de plata maciza, los novios partieron al galope, mientras el acompañamiento prorrumpía en vítores agitando ponchos y pañolones, y desplumando gallos vivos en conjuro de la infidelidad...

La novia recibió como presente de sus cuñados una esclavita, y el novio le compró un Don al mulato bastonero de los fandangos.

Ahora, viejo ya, recordaba con gusto esas glorias de los tiempos de antes y no le economizaba á un jolgorio. Así, cuando Dios lo llamara a cuentas y le preguntara: Florencio, te regalaste? Podría responderle: Sí, mi Dios, sí me regalé.