Página:La guerra gaucha.djvu/103

Esta página ha sido corregida
104
LA GUERRA GAUCHA

un hijo del cura, y que no obstante sus dengues, ingería á guisa de desayuno, unos tras otros, tamales insolados de ají. Un antiguo pretendiente de la viuda, mocetón lauto al cual magnificaban unas espuelas de cincuenta y cinco onzas. Contaban que una vez, como lo hiriesen cuando se disponía para una cueca, ordenó "firme la niña" y se la bailó entera escupiendo sangre por la puñalada. Ya casó; mas pleitaba con su suegro que le hacía robar hacienda, y á quien, en castigo, unció con un toro, malmatándolo en la prueba. Una solterona ricacha, que dormía en marquesa y eruptaba a cada paso, porque, afectada de mola, se le subía la madre continuamente; y dos señoronas más, cuyo fausto inaudito se ostentaba en una vajilla de loza, pero que de cicateras mateaban con granzas y ordeñaban personalmente su rodeo...

A eso de las diez, la partida montó, disponiéndose en semicírculo sobre la playa frontera. Tremolaban en los chuzos banderolas nuevas. Algunos caballos lucían testeras rojas; otros coleras trenzadas con follaje. Apareció el oficial, de paisano, en un malacara pisador que estornudaba generosas furias. Su silla era de entrapada, así como el mandil guarnecido de oro. Por insignias llevaba un galón en el sombrero y la espada al cinto.