LA GUERRA
I
Nuestro regimiento era lo que se llamaba entonces un regimiento en marcha. Había sido formado en Mans, muy penosamente, con todos los restos de Cuerpos y elementos diversos que eran un obstáculo en la población: zuavos, moblots», francotiradores, guardas forales, caballería desmontada, y, en fin, hasta gendarmes, españoles y válacos. Había de todo, y ese todo iba mandado por un viejo capitán de Administración, promovido por las circunstancias al grado de teniente coronel. En aquel tiempo, semejantes ascensos no eran raros. Había que tapar los agujeros abiertos en la carne francesa por los cañones de Wissembourg y de Sedán. Muchas compañías carecían de capitán; la mía misma tenía a la cabeza un tenientillo de movilizados, joven de veinte años, débil, pálido y tan poco fuerte, que, después de algunos