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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

jo, al cual, para que más fácilmente se gra- be en tu memoria, doy forma métrica, sin lima, pues he proscrito el uso de esa herra- mienta:

¡No ames á nadie nunca: allá en tu mente Goza con tu amoroso pensamiento; Nunca tu corazón crea imprudente Hallar en otro amor y sentimiento!

Vuelve al mundo, hijo mío, y no desgas- tes tu noble espíritu en melancolías, que son causa de malas digestiones. Contempla las bellezas de la creación, y extasíate en lo que Dios ha fabricado para nuestro recreo; ad- míralo todo. El mundo es bueno, superior, y en el se acredito de maestro el Supremo Ar- tífice.

¿Qué hay que pedir? ¡Tenéis cielo y estrellas, Y sol y luna Y otras cien mil cosas Que, á más de ser á vuestra vista bellas, Son acabadas máquinas grandiosas! ¡Rayos, truenos, relámpagos, centellas Tenéis, que os dan mil fiestas luminosas! ¿Qué me decís del mar? ¿Y los volcanes?... ¿Y las minas? ¿Y el reino vegetal? ¿Pues dónde dejaremos los afanes Que habrá costado hacer un animal? Miserable mortal, no te me ufanes Creyéndote animal excepcional, Que el mismo tiempo malgastó en lí Dios Que en hacer un ratón, ó á lo más, dos.

Admira el Universo, abominando sólo de dos cosas: de la mujer, que fué criada para echar a perder todo lo demás, y de la filoso- fía que sólo sirve para envolver en importu-