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B. PÉREZ GALDÓS

bailar de regocijo como nosotros; que el sol alumbraba más que otros dias; que las ca- lles reían á carcajadas; y más ricos que Fú- cares, más ufanos que Napoleón al día si- guiente de Austerlitz, reventando de salud y de júbilo, nos lanzamos en busca de chá- chara festiva, de comidas sabrosas, de ar- dientes emociones y estimulantes placeres.

¿Sabes cómo escribió este condenado Pe- pillo los versos que en un abrir y cerrar de ojos le han dado fama y una plaza de treinta durazos? Pues con un mimbre, porque no tenía pluma; y mojado en pintura, no sé si azul o verde, por no haber tinta en la casa. Hasta el 14 de Febrero la morada del caba- lleresco poeta fué una suntuosa cestería; mas hoy por hoy, tanto él como yo, príncipes de las letras, hemos ordenado que se nos pre- pare la Alhambra de Granada ó el Alcázar de Toledo.

Dícenme, mi buen Fernando, que no ha sido venturoso el fin de tu aventura en esas tierras frígidas. Lo creo y me congratulo. Alégrate conmigo de que te haya salido mal lo que, de salir bien, habría sido para ti la primera piedra de la pirámide de tus infortu- nics. No hay cosa más feliz que el que á uno le planten, con lo que se libra del enfado- so problema de plantar, más difícil de lo que á primera vista parece. Todo hombre que recobra su libertad, todo emancipado de la tiranía de amor, es héroe que vuelve ile- so de las batallas de la vida. En mi calidad de profeta y oráculo te administro un conse- T