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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

acompañado de Villalta y Enrique Gil, que acababan de darle la noticia. El estado de ánimo del gran poeta no era el más á pro- pósito para emociones muy vivas, pues à más de la dolencia que le postraba, había sufrido el cruel desengaño que acibaró lo restante de su vida. Ignoro si sabes que Te- resa le abandonó hace dos meses. Si, hom- bre, y... En fin, que esto no hace al caso. Gran fortuna ha sido para las letras_patrias que Pepe no haya incurrido en la desespe- ración y demencia del pobre Larra. Gracias á Dios, Espronceda sanará de su reúma y de su pasión, y veremos concluido(El Diablo Mundo, que es el primer poema del idem.. Senteme á su lado, y hablamos del pobre muerto. En un arranque de suprema tristeza ví llorar á Espronceda; luego se rehizo, tra- yendo á su memoria y á la de los tres allí presentes los donaires amargos del Pobreci. to hablador, el romanticismo caballeresco del Doncel, y el conceptismo Túgubre de El dia de Difuntos. También hablaron de ella, y tal y qué sé yo, diciendo cosas que no re- produzco por creerlas impropias de la gra- vedad de la Historia. Villalta y Enrique Gil se fueron, porque tentan que dar infinitos pa- sos para organizar el entierro de Figaro con el mayor lucimiento posible, y me quedé solo con el poeta, el cual, de improviso, dió un fuerte golpe en el brazo del sillón, di- ciendo: «¡Qué demonio! Ha hecho bien.» Yo rebati es insana idea como pude, y para distraerle recité versos, de los cuales ningún