Página:La estafeta romántica (1899).djvu/87

Esta página no ha sido corregida
83
LA ESTAFETA ROMÁNTICA

tan pobres, pobres; si las quieres ricas, ricas hasta dejárselo de sobra, y honestas, de re- sistencia por todo el tiempo que se las man- de esperar; discretas y amorosas, de exce- lente educación moral y profana. Y no te. digo más.

Tanto me ha enojado tu carta, que no me atrevo á dar cuenta de ella á Su Majestad; he tenido que soltarle el venial embuste de que no habías escrito, prefiriendo para ella el disgustillo de no tener noticias, al disgus- tazo de leer esas bobadas de venganza dig- nidad y dramáticos desplantes, que traen 1 pegados el polvillo y las telarañas de guar- darropía.

Otra cosa: se había determinado que este indigno capellán se pusiera en camino hacia esas regiones; pero su éxodo ha sufrido apla- zamiento. El mejor día, no sé cuándo, ten- drás el disgusto de ver aparecer mi jeta en esos horizontes, y yo la inmerecida satisfac- ción de darte un abrazo. Sabrás, ¡oh Telé- maco! que tu Mentor ha ingresado en la Se- cretaría del Vicariato General Castrense, con jerarquía eclesiástica que le da derecho á usar medias moradas. ¿Qué te creías? Por donde menos se piensa, se va á Roma. Dame bromitas con el cardenalato. Monaguillo te vean mis ojos, y de hombres se hacen los obispos, dicen viejas refranes. Con que no más chirigotas.

Llega en este instante la carta de Miguel de los Santos, que te incluyo. Tuyo de cora- zón,-Hillo.