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B. PÉREZ GALDÓS

Llegaste al fin, pero llegaste tarde, coşa tambien vulgarísima y de clavo pasado, pues desde que el mundo es mundo, la humani- dad incurre en esa fatalidad vulgarísima de llegar tarde... Pues, amigo, aprende para otra vez, y da el negocio por concluído. ¿No es ridículo que quieras salir ahora ha- ciendo la fantasma que se presenta entre las alegrías del festin de boda, y ahoga con lú- gubres apóstrofes los cantos del epitalamic? ¡Niño, por Dios! Quitate el caperuzo de es- pectro, y vete á tu casa. ¿O es que repre- sentas el galán desesperado, melenudo y oje. 1 roso que, cuando las cosas ya no tienen re- medio, pues están echadas las bendiciones, se aparece espada en mano, queriendo atra- vesar á la dama infiel, al segundo galán so- lapado, al primer barba, que es el padre, al segundo, que hace de sacerdote, y á la característica, zurcidora de aquel enredo? ¡Niño, por Dios! Hasta en el teatro apestan ya esas cosas. En la vida real, casos de esa naturaleza se solucionan dando media vuelta el galán, el cual deja tras de sí, para que los culpables lo recojan, si quieren, un desprecio de buen tono; y aquí paz y des- pués gloria. Para tu tranquilidad, urge que . mandes echar el telón sobre ese final ton to, y te metas en tu casa, donde, si te de- Jas querer, no tardarás en recibir memoria- les de inúmeras novias de más mérito, y de tanta hermcsura, por lo menos, como la que ha demostrado no ser digna de tí. Hijo mío, las tendrás á pares, á docenas: si te gus- 1 F •