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B. PÉREZ GALDÓS

consideres ese pasado triste como cosa muer- ta y sepultada, tu vida no tendrá sosiego. ¿Qué hablas ahí de venganzas? Tu desaire y el mal comportamiento de otras personas, ¿qué tienen que ver con tu dignidad? Esta nace de nuestra buena conducta, no de los villanos hechos de los demás. ¿Entiendes por dignidad la del Sr. Hernani, que sin más ra- zón que un puntillo de honra, se mata cuan- do D. Ruy Gómez le toca el cuerno? ¿Es dig. nidad la obcecación del bruto de Otelo ine- gro había de ser!), que por los falsos indicios de un pañuelo y carta, y por el soplo del - indecente de Yago, mata a su mujer, sin ave. riguar si es culpable ó no? Y buscando mejo- res ejemplos en el clasicismo, ¿crees que es digno Orestes matando á Clítemnestra, su mamá, por culpas que sólo debía castigar Júpiter? ¿Estimas que Medea obró con digni- dad vengando en sus hijitos las ofensas del sinvergüenza de Jason? Y á Edipo, á Mene- lao á Eneas y á todos esos mal llamados héroes, ensalzados por los poetas, ¿les tienes también por hombres dignos? Será tu perdi- ción el querer proyectar en la vida real una sombra de las figuras poéticas, reduciendo á hechos tos sentimientos hinchados y artifi- ciosos que son la armadura de tragedias y dramas. Esas cosas se leen, se admiran, pero no se imitan, porque acabaríamos por vol- vernos locos. Es como si ahora salieras tú en la vida real con la tecla de hablar en verso. Desde la gran señora á la cocinera, todos y todas se reirían de tí, Una cosa es declamar, 0 F A > A L