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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

veo los hermosos arranques de tu corazón, el poder afectivo que parecía desafiar cielo y tierra, y no se me alcanza cómo tales fenó- menos, que yo juzgué energías indomables, han podido trocarse en el fenómeno contra- rio: la endeblez, la impotencia y la pasivi- dad. Sospecho que eres, más que criminal, victima, no menos digna de lástima que yo. Presumo que no me burlaste, sino que los dos hemos sido burlados. Dímelo así, si es verdad; y si mi desgracia es obra tuya, di- melo también sin rebozo, que no he de vol- ver contra tí el daño que me has hecho. Cree- ré que te has muerto, y conservaré el re- cuerdo de la pasada Aura, pensando que la existente es otra, una mujer insignificante, disfrazada con el nombre y facciones de aquélla.

Pero si confirmas mi sospecha; si por de- claración tuya me convenzo de que me han robado á mi Aura, aunque hayan sabido cohonestar el secuestro con la formalidad sacramental consumada por sorpresa, y con perfidia y traición, engañando á Dios, ó que- riendo engañarle, aquí estoy dispuesto a dar á los impostores su merecido. Contéstame pronto: te lo suplico, apelando á tu compa- sión, ya que no puedo invocar otro senti- miento. Más quiero la desesperación que la duda; más quiero un golpe mortifero de la verdad que el consuelo de esperanzas men- tirosas. Pido á Dios que si no me respondes claramente, nunca tengas paz.-Fernando Calpena.