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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

das del estado presente de tus relaciones con Juana Teresa. ¿Son éstas cordiales; son frías y de pura etiqueta como las míaš? No des- conocerás la importancia de esto, Pilar de mi corazón. Sé que después de algunos años de completo desvío y quejas por una parte y otra, os reconciliásteis, cruzando corres- pondencia fraternal, en la que hacíais gala una y otra de haber arrojado al viento anti- guas querellas, y concertadas las paces pro- metíais amaros, como hijas que sois de un mismo padre. Pero me ha dicho Carlota Cis- neros que hará dos años volvísteis á torce- ros por no sé qué groserías de Juana Tere- sa, y lo creí, porque ésta no puede desmen- tir la sangre de los Almontes de Tarazona. Es envidiosa, egoísta, y cuando le tocan á su amor propio ó á sus intereses, salta la fie- recilla, y no hay medio de que con ella nos entendamos. No me maravillará saber que habéis elt los antiguos antagonismos. De vuestro común padre tenéis poco; cada cual es trasunto de su madre; la tuya, mi benditísima madrina, la mayorazga de Loay- sa, era una gran señora, mientras que la de Juana Teresa... En fin, no sigo. Sois el día y la noche. Esto lo repite Carlota Cisneros siempre que habla de vosotras, y la última vez que hizo mención de tu media hermana la calificó de noche de truenos, según está de atrabiliaria, mandona y desapacible. ¡Ay! si oyeses á papá referir dichos y hechos de su nuera, te morirías de risa.

Bueno, querida mía: quedamos en que yo