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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

la desproporción monstruosa entre lo que. piensa, siente ó sueña, y lo que le sucede. ¡Tanta poesía en su espíritu, y prosa tan baja en la realidad! La última expresión de este desequilibrio ha sido la catástrofe de Bilbao; ya puedes figurarte: caer desde la poesía más alta á una prosa rastrera y tris- tísima. Tienes razón, hay que equilibrarle, querida Pilar; pero persuadete de que esto no se consigue en dos dias ni en cuatro. Déjanos á mí y al (tiempo. No te metas á empujar y á dar prisa. Tus arranques com- prometen el éxito de tus ideas, las cuales son siempre más felices que oportunas tus accio. nes. ¿Me explico?

Convencida de que al anhelado equilibrio no podemos llegar sino pasito á paso, te digo formalmente que me parece un desatino abordar tan pronto el asunto de La Guardia. Créelo: no está el horno todavía para esos pasteles. Mis informes acerca de las niñas de Castro concuerdan con los tuyos: papá, la última vez que estuvo aquí, se hacía len- guas de la mayor de ellas y hablaba con do- naire de la adoración y entusiasmo que am- bas sienten por nuestro enfermito. Pero no nos precipitemos, amiga de mi alma; Ta îdea es admirable, como tuya; déjame á mí la eje- cución lenta, gradual, que no es la cosa tan fácil como tu viva imaginacion te la repre- senta, pues las pretensiones de mi sobrino complican terriblemente el asunto. ¡Buena se va á poner tu hermana si descubre que ando yo en estos tratos! Y no quiero, no, no