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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

samente á esta villa de La Guardia para particulares negocios. Los encomios que del señor Hillo leo en la carta, y el encareci- miento de que le trate y obsequie como lo haría con la propia persona del recomendan te, han movido mi curiosidad, despertando en mí recuerdos de ese nombre, que más de una vez oi en boca del Sr. D. Fernando. Este Sr. Hillo, á quien diputo por eminencia en las letras divinas y profanas, ¿es el mismo que á usted escribía en Agosto último, refi- riéndole las trapisondas de La Granja y Madrid? No olvidará usted que me leyó pá- rrafos de aquella docta, amenísima corres- pondencia, y si no estoy equivocado, díjome además que el tal era su capellán y había sido su preceptor en humanas letras. Porque si resultara que el recomendado de Socobio es al propio tiempo el grande amigo de Don Fernando, ya me parecerian pocos todos los agasajos de que yo pudiera disponer. Le aposentaré en mi propia casa, y mi hermana y yo nos multiplicaremos para servirle y ha cerle grata la vida en este lugarón. Espero que satisfará usted mi justa curiosidad, y ahora sí que no tiene más remedio que coger la pluma y echar para acá una buena pa- rrafada. Ve usted cómo le he cogido? ¡Si conmigo no vale huir el bulto y hacerse el mortecino, no señor! Soy un posma terrible. Ya le cayó que hacer al Sr D. Fernando. Y por de pronto, aguante el apretado abrazo que en estas letras le envío. El Espíritu San- to nos conceda sus dones, y á usted larga