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B. PÉREZ GALDÓS

de gran tolerancia; le permito que apechu- gue con las Cuitas del joven Werther, y has- ta con La Nueva Eloisa; pero á la pequeña he de medirla con más corta vara. Aduanero soy implacable, y le quito de las manos lo que estimo nocivo para su juvenil corazón y avispada fantasía, dejándola en el pleno goce del Bertoldo, del Robinsón y del Viaje al país de las monas. Y nada más tengo que contarle referente a las adorables niñas, sino que no pasa día sin que Gracia le nom- bre á usted, recordando algún caso de su residencia en esta villa, ó dichos y actos suyos, grabados profundamente en su me- moria.

Y antes de terminar, debo manifestarle que hace dos días recibí carta de un carísi- mo amigo de Madrid, Frey D. Higinio de So- cobio y Zuazo, de la Orden de Calatrava, del Consejo de S. M., auditor decano de la Rota y capellán mayor del Real Convento de la Madre de Dios de la Consolación, vulgo Des- calzas Reales, el cual es hermano del D. Fé- lix de Socobio, vicario foráneo de este pue- blo, y del Dr. D. Vicente de Socobio, canóni- go patrimonial de media ración en la Insigne Iglesia Colegial de Vitoria... déjeme tomar resuello para decirle que Higinio me escribe recomendándome á un amigo suyo á quien profesa particular estimación, el Dr. D. Pedro Hillo, ejemplarísimo sacerdote y gran huma- nista, secretario de la Vicaría General de los Ejercitos, el cual viene á este país por asun- tos del servicio Vicarial Castrense y expre-