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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

miento de usted, y de todo el mundo si pu- diera, que al tratar de la repartición de los bienes de Castro-Amézaga entre las dos únicas herederas del difunto Alonso, Deme. tria ha hecho renuncia formal de su dere- cho á la mitad de los bienes amayorazga- dos; de modo que según esta declaración, que ratificará al llegar á la mayor edad, el cuantioso patrimonio se repartirá por igual entre las dos hermanas. ¿Verdad que es her- moso rasgo? Lo que ella dice: «No hemos nacido las dos de los mismos padres? ¿Qué razón hay para desigualdad tan contraria á la ley de Naturaleza? Ya puede usted decir- le á su amigo Mendizábal que hay mayoraz- gos que van más allá que el legislador, dis- tribuyendo las riquezas con espíritu cristia- no y amor de familia.»>

De Gracia diré á usted que va ganando de día en día en gravedad y perdiendo en tra- vesura perezosa. Ayuda á su hermana en cuanto se lo permite su endeble comple- xión; es ya menos inclinada á las melanco- lías, y se fortifica de cuerpo y espíritu que es un primor. Ambas se arreglan de modo que les sobren ratitos que consagrarán á la lectura de libros de entretenimiento. En esto tengo que andar con cien ojos, pues como en la biblioteca del pobre Alonso no escasean obras prohibidas, me constituyo en censor, viéndome obligado á darme atracones de novelas y poesías, cosa en mí desusada y fa- tigosa. Con Demetria, teniendo en cuenta su elevada inteligencia y criterio superior, uso