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B. PÉREZ GALDÓS

del corazón, como por lo que atañe á los adornos de la inteligencia, saber, memoria, conversación amena y substanciosa. Aní- mese, pues, el Sr. D. Fernando, y no se deje vencer de tristezas impropias de un varón fuerte, de quien las pasiones, creo yo, no de ben ser amos, sino esclavos... y no sigo tra- tando de este delicado punto, no sea que la pluma se me corra de la sinceridad afectuo- sa, á la oficiosidad impertinente... Cepos quedos: José María, no te metas... Déjalo, déjalo, y pasa á informar al Sr. D. Fernando de las novedades de esta casa. Ya sabrá usted que aquel magnifico plan mío, que tuve el honor de comunicarle en la sacristía de mi iglesia, ha quedado en veremos; mejor será decir que tanto mi hermana como yo nos llevamos un solemne chasco, al ver que lo que creíamos tan lógico, natural y senci- llo, no le pareció del mismo modo á la per- sona cuyo albedrío había de resolverlo. De todo ello se deduce, señor mío, que en acha- que de proyectos matrimoniales, el que más cree saber sabe menos. No es esto decir que nos demos por vencidos. Con más fe mi her. mana que yo en la compostura de este nego. cio, perseveramos en llevar á buen término la unión de las dos familias. Pero la voluntad de Dios sobre todo, digo yo, y ésta no la veo, no puedo verla nunca contraria á la volun- tad de los que han de casarse.

Deseando, además, que no ignore usted un rasgo sublime de la sin par Demetria, hago traición á su modestia poniendo en conoci-