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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

lón, que traza sus pensamientos con letra firme y correctísima. Pero adivíname quién es... Ya te veo reir, diciéndome que fácilmen. te saldré de esta horrible duda abriendo la carta. Te contesto: «Gran señor, no quiero.>>

Entran iracundos y dando voces Doña Ire ne y Calamocha... Hace media hora que les tengo á todos de plantón aguardándome para el ensayo. La verdad, no me acordaba. Tiene la culpa este maldito clérigo, que me entre- tiene preguntándome cosas. ¡Allá voy!... Ya ves, me riñen por causa tuya... Algo me queda por decir... Aquí, en la negra cavidad del tintero, lo dejo bien guardadito para otro día. Duerme, come y vive mejor que tu ami- cisimo-Fernando.

VIII

De D. José M. de Navarridas á Fernando Calpena.

La Guardia y Marzo.

Ilustre señor y dueño: Si no me prohibiera mi religión los juramentos, juraría, para que usted á pie juntillas me creyese, que hilva- no esta carta á escondidas de toda la fami- lia, pues ni mi señora hermana ni mis so- brinas aprobaron la idea que días há, de so- bremesa, les propuse de escribir á usted. Pero como á terco y voluntarioso no me gana nadie, he aquí que burlando el severo dic-