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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

extremo de comerse á sus hijos, como Ugoli- no. Lo sentiré por toda la familia, y mayor- mente por la niña mayor, ó la segunda, no recuerdo bien, que tocaba el arpa con tanta maestría y gusto. Pues le dirás, no á la ni- ña, sino al infeliz padre, que de golpe y po- rrazo le nombro Ministro de Hacienda, pre- via decapitación del Sr. D. Pío Pita Pizarro, que por la cacofonía de su nombre, amén de otros delitos, merece la última pena. A Ni- comedes Iglesias, si le ves, puedes anun- ciarle que se le expedirá dentro de pocos días su nombramiento de Comisario General de Cruzada, para que se redondee y no cons- pire más...

Bromas aparte, te diré que la causa de mi contento es para mi desconocida. Heme le- vantado con el propósito de reintegrarme en la dignidad de mi persona, para lo cual es indispensable que no queden impunes-lös que me han burlado inicuamente. Pensando esto, se apodera de mí la convicción de que debo escribir la carta propuesta por Churi, trámite inicial de esta obra de justicia... Entro, pues, en lo que los retóricos llamáis (catastasis) la complicación del asunto, pre- cursora de la catástrofe, que es á mi espíri- tu necesaria, pues no me conformo, no, no, con el desabrido desenlace que conoces, el cual cada día pesa más sobre mi alma y la enturbia y ennegrece. Yo era un hombre honrado y bueno; dejaré de serlo si no con- sigo dar un fin decoroso á mi sin igual aven- tura. Tú, clérigo, ¿qué entiendes por amor 1 1