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B. PÉREZ GALDÓS

tua para que se parezca más á la Comedia que à la Libertad, la proveo de ropa, le qui- to las Tablas de la Ley que lleva en la mano izquierda, poniéndole un libro que diga Plauto, Calderón, Moratin... y doy instruc- ciones para la decoración de posada que ne- cesitamos. Con tantos quehaceres, no serán largas las epistolas que ahora te mande. Di- cenme que ni hoy ni mañana sale correo por causa del temporal de agua. Detengo ésta, y si mi esclavitud me ofrece alguna peripecia, lo que no es creíble, tendrás el honor de que te la comunique tu príncipe y señor.-Fernando.

Jueves.-Estoy contento; reboso de satis- facción y orgullo; me siento Mecenas; quie- ro proteger a todo el mundo. Como el pri- mero de los humildes que miro debajo de mí, y el más atrasadito en su carrera eres tú, por tí empiezo el derroche de mercedes con que quiero manifestar mi alegría. No me sa- fisfago con hacerte canónigo. Hágote car- denal, que eso y mucho más te mereces tú. Eres desde hoy príncipe de la iglesia roma- na, y te firmarás Pedro, cardenal de Hillo. Te vestirás como los cangrejos, de colorado. Allá te mandaré la birreta con el orainario, la estrenas en la primera corrida de toros que asistas. Ahora proponme las demás mercedes que repartir quiero entre mis fie- les súbditos. A propósito: ¿anda por ahí el bonísimo D. José del Milagro? Me le figuro pereciendo de necesidad, en los horrores de su cesantía famélica, y recurriendo al caso