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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

trebejos teatrales. Paso toda la tarde ocu- padísimo. Churi no parece, y como el tal es entrometido y pegajoso, y se cuela burlan- do la vigilancia de la servidumbre, doy ór- denes terminantes para que no le dejen lle. garse á mí. Se me ocurre cambiar de obra, sustitu- yendo la magistral comedia de Moratín por Bertrand et Ratón, que aquí llamamos Arte de conspirar Tradufo esta obra el pobre La- rra, y es de viviísimo interés. Recuerdo bien Luna en el papel de Rantzau, y me pare- ce que yo le imitaría muy bien. Pero no, no quiero lucirme: que se luzcan ellas, las simpáticas y enfermizas niñas de esta casa. También he pensado en Marcela, que des- echo porque sólo hay en ella un papel impor- tante de mujer... Nada, nada: á Moratín me atengo y á mi D. Diego... Perdóname; vie- ne el pintor á enseñarme un boceto de telón de boca, el cual se compone de un pórtico griego albergando la estatua de la Libertad en paños menores; un pavo real con la cola abierta se posa en el frontón, y en el pico sostiene un letrero que dice: Coliseo domés. tico de los excelentísimos señores de Maltrana. Enmiendo el pórtico, cuyos pilares me sa- bían á gótico; convierto el pavo en águila; borro el letrero, sustituyéndolo por el casti- gat ridendo mores; le quito al cielo unas nu- bes que parecían morcillas; indico una ban- dada de pajarillos que van volando para romper la monotonía del azul sin nubes; propongo algunas modificaciones en la esta-