Página:La estafeta romántica (1899).djvu/59

Esta página no ha sido corregida
55
LA ESTAFETA ROMÁNTICA

mi traidora no lo fué realmente por dictado! de su libre voluntad, sino por el maleficio con que la trastornó ese pillo de Zoilo, bigar- dón dotado de una formidable terquedad viz- caína, con esa fuerza de terquedad, que es como el poder que gozan los magnetizado- res y taumaturgos, reduce á esclavitud á cuantas personas caen bajo su dominio. Añadió que si yo quiero puedo_ficilmente romper ese poder de encantamento con que el primo tiene aprisionada en sus redes ma- léficas la voluntad de Aura, y volverla á su sér propio. No pude sustraerme al efecto que hicieron en mi espíritu las ideas con rude- za y profunda convicción expresadas por el maldito sordo, y como yo, mostrándome con- forme y dispuesto a todo, preguntara qué medios emplear debíamos para quebrantar que biendo yo a la Negretti una carta, que él se encargaría de poner en sus manos sin que Zoilo ni la tía Prudencia se enteraran de ello. ¡Tentación irresistible! Dijele que lo pensaría, y que volviese. No te pido tu pare- cer, porque desde luego lo tengo por contra- rio á la reincidencia que me propone este endiablado sátiro, que tal me parece, óge niecillo maléfico de los bosques. Déjame á mi que lo resuelva. Estoy loco. Las brasas que quedaban entre las cenizas se han avi- vado, y ya son llamas otra vez. Quiero apa- gar, y no puedo...

Martes. He dicho á Churi que vuel- va. Es posible que no quiera obedecerme...