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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

sotana, y lo poquito que colorea y fulgura imita el viso de ala de mosca que tienes en ella.

Mayor tristeza me dan las niñas de Mal- trana cuando considero lo endeble de su sa- lud. Azarosa es la vida de sus padres, que si las oyen toser se echan á temblar, y á cada instante les mandan sacar la lengua. Probablemente morirán en el paso peligroso de los diez y ocho á los veinte años. Si, hom- bre, se mueren: no lo du les, ni alardees de una confianza basada en ñoñerías religiosas. Y si quieres que te diga una barbaridad, te la digo. Si se van, como creo, se libran del sufrimiento humano, y eso van ganando. Habrán vivido tan sólo en la época feliz, ó que lo sería sin el martirio de las lecciones y del odiado estudio, que no ha de servirles para nada. Figúrate el jugo que sacarán en la otra vida de sus conocimientos gramati- cales de acá. ¡Tanto mortificarse por conju- gar, por construir las oraciones, por escri- bir correctamente la ge y la jota! ¿Pues y las nociones geográficas? ¡Qué les importará de nuestras pobres peninsulas, de nuestros rios y continentes, de si Prusia linda con la Polonia ó con las Batuecas! No, no creo que nuestras sabidurías permanezcan allá, pues la Muerte no sería, como dicen, dulce ami- ga, si al caer en sus brazos no saliera de nuestros cerebros todo este serrín que nos metéis á la fuerza los profesores, amenazán- donos con el infierno de la ignorancia, el cual tengo yo por un bonito y cómodo infierno.