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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

pues, que se conserve todo lo que se preparó para las frustradas honras, catafalco, blan- dones y demás, y si por desgracia viniese con veras lo que antes vino con engaño, cum- ples disponiendo un ceremonial decoroso y modestito, evitando esa traída de señores eclesiásticos, buena cosa para una vez, como: demostración de la nobleza y poderío de tu ilustre casa.

Las niñas me encargan os exprese su ale- gría por esta felicidad de la resurrección del caballero. Las pobrecitas lloraron por su falsa muerte, y ahora no caben en sí de sa- tisfacción: le querían, le quieren; se encan- taban oyéndole cuando aquí estuvo con vos- otros, y celebraban el recreo y finura de su conversación y su especialísimo donaire para obsequiar á las damas, cualidad en que na- die le iguala debajo del sol. «¡Viva Don Beltrán!-clamaban Demetria y Gracia ba- tiendo palmas.-Quisiéramos tenerle aquí para darle las dos á un tiempo, cada una por su lado, un abrazo apretadísimo.>>

Y paso á nuestro asunto. Sabrás, mi bue- na Juanita, que el pájaro, ó llámese sujeto, ha parecido. No es que esté aquí, ¡Jesús! Por acá no ha venido, ni creo que venga; pero sabemos dónde está. Después de muchas vueltas de un punto á otro de Vizcaya, bus- cando en quién descargar su cólera por el chasco sufrido, ha ido á parar, ¿á dónde cree- rás? á Villarcayo. Allí le tienes hospedado tranquilamente en la casa de tu cuñada Val- vanera. No es mal sitio para reposar de tan-