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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

nos el caminito de La Guardia cuando á pun- to estábamos ya de verlo franqueado y mis deseos satisfechos? ¿A qué se mete ella en este negocio, que por mal que vaya para mí no ha de ir bien para ella, pues la mercan- cía adulterada que pretende introducir no puede ser admitida, no, allí donde todo es no- bleza y virtud, y se ha de mirar mucho al honor y limpieza de los nombres? Que su necedad no me ponga en el caso de emplear la malicia por derecho de defensa. Ella me conoce: soy muy buena, muy tolerante, amantísima de la familia; en todo caso, es- toy dispuesta al perdón, y soy la primera en arrojar velos y más velos sobre las faltas de las personas que me son caras; pero que no me pise, por Dios, que no me pise, por- que al sentir el ultraje y el pisotón, me re- vuelvo y clavo el diente... no lo puedo re- mediar... Y basta por hoy.

Muy enfadada me tienes, como encubri- dora y auxiliar de esa pérfida; pero nada te- mas de mi enojo. Soy tu amiga, te quiero, reconozco tus virtudes, y en mis oraciones, siempre que pido á Dios que conserve la sa- lud de mi hijo, nunca se me olvida echar una palabrita por ti y los tuyos. Mil afectos á todos de tu cariñosa hermana-Juana Te- resa.

FIN DE LA ESTAFETA ROMÁNTICA

Santander (San Quintín), Julio-Agosto de 1899.