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LA ESTAFETA ROMÁNTICA

lo sepas, posee muy bien el francés, dice así: «Ya te conté que la Duquesa tu amiga se de- jaba hacer la corte por Su Alteza el Príncipe José Poniatowsky (pongo mucho cuidado en copiar este nombre diabólico letra por letra), general del Imperio, gran figura, caballero insigne, sobrino del Rey de Polonia. Hoy puedo asegurarte que el príncipe guerrero, á quien llaman el Bayard polonais (esto lo dejo en francés), y la dama española, están unidos en apasionada liaison (en francés lo dejo también para mayor decoro de nuestro idioma). Anoche, al volver de una excursión á la cascada de Orlu, se perdieron en el bos- que de Ascou. Aún no han vuelto.>>

Yo no lo he buscado: á la mano se me vi- no por designio de la Providencia, como vi- nieron luego otras cartas de la misma pen- danga, en que decía que el Príncipe y la Duquesa habían parecido. Lo que no parece, digo yo, es el decoro de Pilar. Buscando, buscando, por si Dios me deparaba nueva luz, encontré una esquela de Engracia Pig- natelli, tía de Pilar, en la que consta que és. ta fué á pasar una temporadilla en Zaragoza, de donde pasó á Lumbier, residencia de su amiga Serafina Palafox... En fin, no quiero : hacer cuenta del tiempo, ni ajustar meses, compaginando fechas con fechas... No va-i yas à decir que soy cruel con la que merece lástima, y á tanta lejanía de tiempo, algo de indulgencia. Ya sé que ha llorado mu- cho. Ignoraba yo la causa: ahora no diré lo mismo.