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B. PÉREZ GALDÓS

estorba las maquinaciones de los envidiosos. La casualidad, ó hablando cristianamente, la Providencia, ha puesto en mis manos un testimonio de los devancos antiguos de mi media hermana, los cuales fácilmente se enlazan por ley de Naturaleza con sus embro- llos presentes y con la existencia del man. cebo romántico, que ostenta en su escudo todos los emblemas nobiliarios de la Santi- sima Inclusa... Dos días hace que me ocupo en atar cabitos, y no quiero que ignores el resultado de mis trabajos. Yo también me doy á la historia menuda, lo que puedo hacer con grandísimas ventajas, porque ha puesto Dios en mis manos el archivo mun- dano del más glorioso perdido del siglo pa- sado y de parte del presente, D. Beltrán de Urdaneta.

Estoy recopilando mis apuntes, que pon- dré á disposición de las personas a quienes incumbe el llamar al orden á Pilar, ó pararle un poco los pies, reduciéndola al papel de penitente que le corresponde. Y para que no creáis que obro con alevosia, á tí, que es como confiarlas á ella, confio mis investi- gaciones, empezando por la más grave y delicada. ¿Qué dirás que me saltó á los ojos una tarde que me entretuve, sin malicia, puedes creerlo, en revolverle el papelorio á mi libertinisimo suegro? Pues una carta que con fecha de Julio de 1811 le dirige á París una tal Lea Delisle (¡buena pieza seria!) des- de Ax de las Termas. Traducida en su parte más interesante por Rodrigo, que, para que